martes, 10 de mayo de 2011

ANANDA, EL EXTASIS


ISABEL

Hoy he vuelto de Asturias. He vuelto nueva. Bellos paisajes. Un mar despierto. Apenas ha llovido y muy buena compañía. Varias veces he estado a punto de llamar a Elisa. Pero no lo he hecho.- Si me necesitara me llamaría- pensaba. Dos días sin oír su voz. Estoy segura de que ha estado bien. ¿Qué habrá pasado?  Iba con miedo. -Cuando llegue a la estación soy capaz de pasar de largo y saludar con la mano, como la reina, sin dejar de sonreír- Me repitió varias veces mientras hacia la maleta. Estaba nerviosa. Temblaba por dentro. –Se que si lo consigo romperé un vinculó muy fuerte con él. Le dejaré atrás, mi cuerpo le dejará atrás. Será Samuel quien esté en mí y esto me hará avanzar. Además me gusta ese chico, que coño-  Le gusta. Lo sé.  Recibí un mensaje escueto, “todo va”. Ella llega esta tarde. Estoy deseosa de saber. Creo que si hubiera ido mal Elisa estaría  ya en casa, por lo tanto…

Yo estoy tranquila. Necesitaba salir de Madrid, de la monotonía del paisaje. A veces esta ciudad me apaga la vista, me adormece. Tengo tanta costumbre de mirarla que dejo de hacerlo. Me desinteresa el tráfico, el ruido, la prisa, la gente… echo de menos la belleza. Siempre ha sido importante para mí estar rodeada de belleza.  Se que la belleza es distinta para cada uno de nosotros. Yo necesito el verde, el mar  y las montañas. Sobre todo las montañas. De allí vengo, y vengo bien, sonriendo.

ELISA

En el tren me di cuenta de una cosa divertida. ¿Sabes eso que dicen de “ya estas otra vez en el mercado”?. –Si- le digo. Pues creo que ya estoy otra vez en el mercado.

Me gustó la idea de  tardar 5 horas en llegar. Me dió tiempo para saborear cada instante de mi proceso. De vivir mi ilusión, mi miedo, mis nervios, mi torpeza, mi inseguridad, y mi excitación. Porque pensar en Samuel me excita. Me gusta ese chico, Isabel. Fueron 5 horas llenas  de todas estas sensaciones. Y el tiempo se puso de mi lado y pasó lentamente. Intenté dormir y no pude. Me puse a leer  mi libro de Osho,  El libro de la Nada. Tienes que leerlo. Es todo Isabel, todo de una manera sencilla  y ejemplar, complicada y difícil de llevar a cabo, como todo lo sencillo de la vida. Espera que me voy por las ramas. Me puse a leer y  el capitulo hablaba de sexo… ¡sexo! Y no pude dejar de pensar en ello y en él. Llevaba 12 años haciendo le amor con la misma persona y ahora estaba decidida a hacerlo con otra. Raro. Extraño. Inquietante. ¿Podría? El libro hablaba de dejar la mente callada. “La mente es perturbadora, dominadora. Interfiere en los sentidos. Cada sentido debería ser puro y gozar de su propio derecho. No hay necesidad de que la mente entre. Cuando de verdad gocemos de la mente, ningún centro interferirá. El sexo es simple y la mente lo enreda con metas, deseos, necesidades y resultados preconcebidos. Al enredarse el centro sexual no pude hacer otra cosa que ver como la energía se va a canales equivocados”… Y yo no podía dejar de pensar en Samuel y en sus manos. Y seguía leyendo. “Disfruta de cada sentido en sí mismo; y  cuando lo estés disfrutando fúndete en él,  para que no quede ninguna energía que se pueda mover a ningún otro sitio, que toda la energía esté en él. En ese momento no hay mente, te conviertes en energía sexual”. Y sabía que era así, que es así. Que debía hacerlo plena y dejando mi mente callada. Convertirme en amor y sexo y nada más. ¡Que difícil! Y entonces sonreí y no me di cuenta de que estaba acompañada. Cerré el libro. No podía dejar de pensar en él y en sus manos. De fondo tenía la conversación de unos médicos que no paraban de hablar de sus prácticas, del quirófano, los pacientes. Y pensaba, ¡la enfermedad!, ¡vaya música de fondo! Me sentía tan insegura que fui varias veces al baño para ver si mi pelo estaba bien, si estaba guapa. Sabía que sí pero tenía que verlo. Al salir del baño uno de los médicos se volvió a mirarme y se quedó muy serio con la boca abierta, ¡de verdad Isabel! Y yo me puse nerviosa y sonreí ¡sonreí! Después me senté corriendo, me puse las gafas de sol y a mirar por la ventana, muy concentrada, como si nada más me importara.  Podía verlos en el reflejo del cristal. Hablaban de mí. Y me gustó, me sentí apreciada. Hacía mucho que no me daba cuenta de la mirada de  un hombre. Y me gustaba. Me gustaba gustar. Seguí con mis gafas, escondida en el paisaje, y ellos sobre todo uno, no dejo de mirarme.

Faltaban 5 minutos para llegar. Me temblaba todo. Volví al baño, volví a mírame. Me pinté los labios. Y me preparé para bajar. ¡Dios que infantil me sentía! Y detrás de mi los médicos. No dejaban de mirarme. Intentaban disimular pero era peor. Salí delante de ellos pero no tenía prisa en llegar, estaba demasiado nerviosa y con disimulo finjo mirar en el bolso y los dejo pasar.. Me adelantan, y uno de ellos se hace el remolón junto a las escaleras mecánicas. ¡Me están esperando! Y entonces llego y siento como me mira el pecho y luego a los ojos y yo bajo la mirada. ¡Demasiada intensidad para este momento! Y me río por dentro. Subimos juntos pero al llegar arriba me entretengo otra vez. -Samuel debe estar ahí y yo no se ni que decir-. Los médicos se alejan y me miran sonriendo. Yo no puedo, estoy tensísima. Los pierdo de vista. ¡Tengo que salir! Lo hago muy despacio. Me sentía masoquista alargando el momento y disfrutando de él. Descubriéndome en esta situación. Divirtiéndome conmigo. Dejándome vivir ese momento infantil y precioso. Solo debía quedar yo por salir. Samuel se estaría preguntado si realmente había venido. Y  entonces le veo en la cafetería y me hago la distraída. ¡Yo no podía llegar hasta él, no sabía ni caminar! –Prefiero que se  acerque él- pienso. Y lo hace.

-¡Hola preciosa!- Y me morí, deje de existir, por un instante: la nada. ¡Te lo digo en serio! Sobrecarga de ilusión, de nervios y de verle tan perdido y aturdido como yo. Estaba colorado.  Me dio dos besos rápidos, como de trámite. Y nos pusimos a hablar. -A nosotros dos nos pierde el discurso- pienso. Yo empecé a quejarme del viaje, ¡cuando me había encantado! Y pensaba –cállate- pero no podía, y el seguía colorado y hablándome. Y me sentí feliz. Feliz de ver a un hombre que me gustaba emocionado por tenerme. Hacía mucho tiempo que yo no sentía esto. Aun cuando vivía con él. Él había dejado de cuidarme como mujer hacia mucho tiempo. Al estar al lado de Samuel lo sentí claramente, lo supe.  Samuel me cuidaba con cada gesto, cada palabra torpe, cada mirada, y yo lo agradecía y lo recibida con amor. Y le cuidaba con cada gesto y cada palabra también torpe, bueno… quizás algo menos torpe que él. Más allá de lo que ocurra entre Samuel y yo estaba todo lo que aprendía. Aprendo y descubro cosas de mí y de mi anterior relación. Ahora un hombre me deseaba y quería tenerme cerca. Aquel con el que viví hacía mucho tiempo que no me deseaba y no apreciaba el sabor de mi presencia. Samuel me lo enseñaba. Me enseñaba muchas cosas. Y me liberaba este conocimiento. Y me daba alas para volar más rápido. Samuel  consigue que toda yo sea una pregunta para mi misma. Esto me gusta. Me pierdo la mayor parte del tiempo. Cuando voy a contestar o reaccionar con esquemas antiguos paró, me quedó en silencio, y si no consigo ese silencio, observo lo que digo  y busco la verdad,  busco lo que está conectado conmigo AHORA, y lo distingo de lo que es simplemente el reflejo de lo aprendido, de lo sabido. Ser consciente de esto me gusta.

Salimos de la estación y entramos en el coche. –Quiero ver la ciudad-  le digo y paseamos.

Ha habido demasiado deseo para poder distraerlo.  La primera vez fue intensa. ¿Puedes imaginarlo Isabel? Ya no era mi amor el que me abrazada. No era su voz. No era su cuerpo el que estaba a mi lado. Durante cinco minutos estuve confundida. Abría los ojos para verle y no esconderlo tras otra cara. ¡No quería hacerlo!  Pero  fueron tan sólo cinco minutos. Samuel se impuso fuerte y poderoso y mi amor se quedó atrás. Poco a poco se fue alejando de mí y mi cuerpo reaccionó nuevo y disponible para otra persona. Y recordé las palabras de Osho “La mente es perturbadora, dominadora. Interfiere en los sentidos. Cada sentido debería ser puro y gozar de su propio derecho. No hay necesidad de que la mente entre. Disfruta de cada sentido en sí mismo; y  cuando lo estés disfrutando fúndete en él  para que no quede ninguna energía que se pueda mover a ningún otro sitio, que toda la energía esté en él. En ese momento no hay mente te conviertes en energía sexual”. Y como pude y supe así lo hice. 

2 comentarios:

  1. MARAVILLOSO!!!!! QUE LIBERACIÓN HA DEBIDO SENTIR ELISA TRAS UN PROCESO TAN DURO Y DESCARNADO. LE DOY LA ENHORABUENA POR VOLVER A ENCONTRARSE A ELLA MISMA. ANTE SUS OJOS SE ABRE UN MUNDO NUEVO!!!!

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  2. ...a volar...a volar muy alto...dejando que el viento roce el alma de nuevo encontrada con el cuerpo y los sentidos...
    ¡¡¡¡ALEGRIA!!!
    ...y porque os lo merecéis...Elisa y tú...

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