domingo, 4 de diciembre de 2016

ELISA. RESCATANDO...

La echo de menos.

Elisa y yo siempre quisimos ir al Tibet. Quisimos hacer muchas cosas. La mayoría de ellas se han quedado encerradas en ese tiempo verbal... "Quisimos". Hace un par de meses, Elisa hizo su mochila y se marchó. No lo avisó, ni lo anunció, ni lo pensó. Simplemente lo rescató de esa dulce cárcel de los deseos y lo hizo realidad. Se marchó a Lhasa. -"Estoy aquí"- Recibí un pequeño mapa de esa ciudad y sonreí.

Recibo cartas... Elisa me escribe siempre, con relatos íntimos entre ella y yo. "No hace falta tener dinero" "No hace falta que nadie te anime" "No hace falta esperar al momento perfecto" "No hace falta ser demasiado valiente" Estoy en el techo del mundo esperándote.

Cogí mi mochila vieja, es muy pequeña...mejor, así no me hará falta facturar.

sábado, 16 de julio de 2016

EN LA PARTE ILUMINADA DE ROSA DE MI CEREBRO. AMORES

Hay amores que tienen la profundidad de un pequeño charco y la gente cree tener un océano, el mío debía ser uno de estos.

Hay amores que son océanos y la gente los cruza con unas simples katiuskas.

Hay amores que son desiertos de arena blanca, y la gente se tumba a tomar el sol, otros se aventuran en él y lo cruzan sin descanso, sin agua y sin apenas mirar el paisaje.

Hay amores de colores que la gente ve en blanco en negro. Y amores en blanco y negro a la que la gente le inventa colores…

Hay amores de usar y tirar que la gente guarda para toda vida y amores de toda la vida que la gente olvida en las paradas de los autobuses.

Hay amores de juventud y sin juventud alguna, amores sin edad que se quedan perdidos en la cabeza del que los inventa…

Hay amores infinitos… Amores de los que a duras a penas se sale sin daño o sorpresa. Lo maravilloso es vivirlos, y para el dolor, si duelen, se inventan unas líneas… como estas.

EN LA PARTE ILUMINADA DE ROSA DE MI CEREBRO. AMORES

Hay amores que tienen la profundidad de un pequeño charco y la gente cree tener un océano, el mío debía ser uno de estos.

Hay amores que son océanos y la gente los cruza con unas simples katiuskas.

Hay amores que son desiertos de arena blanca, y la gente se tumba a tomar el sol, otros se aventuran en él y lo cruzan sin descanso, sin agua, sin apenas mirar el paisaje.

Hay amores de colores que la gente ve en blanco en negro. Y amores en blanco y negro a la que la gente le inventa los colores…

Hay amores de usar y tirar que la gente guarda para toda vida y amores de toda la vida que la gente olvida en las paradas de los autobuses.

Hay amores de juventud y sin juventud alguna, amores sin edad que se quedan perdidos en la cabeza del que los inventa…

Hay amores infinitos… Amores de los que a duras a penas se sale sin daño o sorpresa. Lo maravilloso es vivirlos, y para el dolor, si duelen, se inventan unas líneas… como estas.

jueves, 9 de junio de 2016

EN LA PARTE ILUMINADA DE ROSA DE MI CEREBRO

Mucho tiempo sin escribir. Sin escribir para el blog. La cabeza llena de cosas, llena de ideas, de palabras, de gentes, de voces...

Esta mañana iba en el 27, un autobús que recorre toda La Castellana. Me gusta porque me siento y me olvido. Es un trayecto que me descansa. Estaba mirando por la ventana y de pronto sentí un destello rosa dentro de mi cabeza... He descubierto algo maravilloso. ¡En mi cerebro hay parte iluminada de rosa de donde salen cosas como esta...!

Hace tiempo compre un pantalón corto que me gusto, me gusto mucho pero que bien podría ser de otra. Era rojo, por encima de la rodilla. Llegue a casa y me lo probé corriendo. Él me miró y comentó -"No parece tuyo, no pareces tú"- Dos meses después se marchó con otra, que muy bien podría haber sido la dueña del pantalón.

jueves, 24 de marzo de 2016

ELISA. UNA VIDA PEQUEÑA

Una vida pequeña.
Una pequeña casa, un coche pequeño.
Una terraza en la pequeña casa, y un armario pequeño que nunca termina de llenarse.
Amanece siempre a este lado del océano, donde la pequeña playa se confunde con el bosque que no es tan pequeño, y donde mi pequeña casa se abre con puertas y ventanas hacia la brisa del mar y olor de las flores, como si fuese el amanecer más grande que cabe en un solo día. Nos enseña ese pedazo enorme de sol y un camino pequeño que nos conduce hasta el mar.
Una pequeña vida, una pequeña mano cogida a la mía.
No se la diferencia entre una vida grande o una vida pequeña. No lo sé. Antes si, pero quizás estaba confundida.
Cuando éramos pequeñas, ella y yo, pensábamos que las vidas grandes son las que tienen muchos espectadores, tantos que se escapan de la realidad y se esconden entre las líneas de los libros. Pensábamos que las vidas grandes no se entretienen con cosas pequeñas, sin entender muy bien que era eso de “no entretenerse”. Las vidas grandes no se agarran a manos pequeñas, porque necesitan tener sus manos libres y abiertas…sus manos siempre ocupadas no pueden agarrarse a nada. No viven en pequeñas casas, las vidas grandes necesitaban de casas grandes. Las vidas grandes están llenan de voces, de ciudades, de sonrisas, de miradas… Eso es lo que pensábamos cuando éramos pequeñas. Ahora que somos grandes, la diferencia entre los tamaños se nos ha ido perdiendo cada año un poquito más, y apenas es imperceptible. Puedo abrir la ventana, a este lado del océano, puedo salir a la playa que me llevara al bosque…
No hay demasiadas miradas, las justas, aquellas a las que correspondo. Hay sonrisas, las justas, aquellas a las que yo correspondo. Hay ciudades, las justas, aquellas que conozco de verdad. Y hay espectadores, los justos, porque poco importa aquello que tiene que medirse por número.
La manita pequeña que me acompaña hasta el mar tiene la mirada más amplia y grande que yo haya visto nunca. Ella es el espectador que hace que mi vida sea tan grande como soñé cuando era pequeña. Y subir esa pequeña colina en un día de sol junto a ella, hace que yo sea la más grande protagonista de la vida más grande.
Yo tengo el don de la vida, sin tamaño, solo vida.

lunes, 22 de febrero de 2016

ELISA. LAS VENTANAS.




Elisa quiere vender su casa de la playa.

No puedo evitar sonreír. Me encanta esa casa. No tiene nada que ver con la que será mi Casa en Malibu, pero aún así me gusta. Dice que no puede abrir la ventana. Eso puede parecer absurdo, o trivial, o ridículo. Pero si la conocierais, os daríais cuenta lo que importante que es.

-Me gusta ver amanecer- Me dice Elisa -Me levanto antes que el sol, y como hace frío no bajo a la playa. Miro por la ventana. Miro el sol saliendo del agua y acariciando mi casa. Abro la ventana y dejo que el viento entre en mi habitación. El viento siempre me habla de cosas, de esas cosas que tú y yo sabemos. Por eso es tan importante abrir la ventana. Hace dos días no puede, ni ayer tampoco, ni tampoco hoy. Se ha quedado encajada. Eso es una señal.

-¿Una señal de que?. Le pregunto.
-Cuando una cosa ya no cumple su función. ¿De hacer?
-Abrir otra ventana- Le contesto.
-Pero las demás no dan al mar. Es esa la que deja entrar la brisa y el viento... sin el viento... lo sabes-

Lo se. Claro que lo se. Cuando eramos niñas nos escapábamos al bosque. Sobre todo los días en los que soplaba el viento. Nos quedábamos sentadas en una enorme piedra. En silencio. Yo miraba al cielo, buscaba el espacio libre que dejaban las ramas de los arboles. Pero Elisa miraba al suelo.
-¡Mira! escucha como se mueven las ramas- Le gritaba yo.
-No. Escucha como suena el suelo- me contestaba ella.
-¿El suelo?-

Elisa decía que el viento le traía todas las pisadas que había sobre ese suelo. Y con las pisadas, las voces de los que iban dentro de esos zapatos. Y con las voces, las vidas de los que anduvieron antes por allí. Y con esas vidas, Elisa aprendía.

-No quiero una casa donde las ventanas se atasquen- Me dice.
-Sal por la puerta a la playa-
-No solo hay que poder salir sino que también hay que poder entrar-
-Elisa, entras y sales por la puerta-
-Isabel, se entra y se sale por las ventanas-

Y me callo. Si Elisa dice que se entra por una ventana, ahí hay un misterio. Mañana mismo lo haré por mía.

Elisa venderá su casa de la playa, seguramente después de llamar a un cerrajero.

lunes, 15 de febrero de 2016

ISABEL. LA ASIGNATURA PENDIENTE.


No sé si sabemos realmente lo que es Amar, lo que es amor. Tengo mis dudas. Ayer era el día de los enamorados. Hay un día para todo, aunque esté vacío. ¿Sabemos amar? ¿Qué es el amor? No ese amor pequeñito, no el amor con ese significado dado por defecto. No el amor del corazoncito rojo atravesado por una flecha. No el amor de la palabra que se nos instala rápidamente en la boca, pero no el alma. El amor puro, el que no puede ser definido con palabras ni comprendido desde la razón. El que no entiende de realidades, ni de tiempo, ni de tiempos, ni de normas, ni de conductas, ni de intereses, ni de carnes, ni de afinidades, ni de diferencias. Entiendo desde ese lugar oscuro y profundo que soy yo, lo que quieren decir todos esos mensajes ancestrales sobre que el motor del universo es el Amor. Lo entiendo. Sé que es realidad. Pero no sé si lo tenemos. No sé si nosotros lo vivimos. Creo que se nos ha quedado encerrado en la palabra que lo nombra, y ante tanta estrechura se ha marchado y la ha dejado vacía. Yo lo siento a ráfagas, me acaricia. Lo siento al mirar a mi hija, siempre, pero luego… lo pierdo. Lo siento cuando amo a alguien que no me ama. Lo siento cuando amo a alguien que no está. Lo siento cuando no puede reportarme nada, cuando no es útil, cuando es libre y no se instala en nadie. Es entonces cuando siento ese Amor. Y me sorprende. ¿Cómo puede sentirse tan profundamente cuando no parece tener sentido? Es entonces cuando sé que es Amor verdadero, de ese que flota en el universo, de ese que nos acaricia por instantes para luego seguir su camino. Cuando lo siento me siento grande y libre. Y entonces no existen las soledades, ni los miedos, ni los conflictos, ni las diferencias, ni las igualdades, ni ahora, o ayer, o mañana… solo existe Amor. Pongo la intención en me acaricie siempre. Amar sin necesitar nada a cambio. Amar con Amor.

Creo que el Amor es nuestra asignatura pendiente.


martes, 9 de febrero de 2016

ELISA. ISTHAR


-Yo soy un unicornio-.

-¡Pero lo unicornios no existen!-.

-Eso es lo que siempre dicen. Que no existen. Que son imaginarios. Que tan solo habitan en la ilusión y la fantasía de aquellos que viven con los pies colgando-.

Isthar pensaba que la mayoría de la gente que vivía en esta tierra lo hacía con los pies colgando. Así pues, ¿Qué problema había?

Isthar observaba a su alrededor e intentaba entender que hacia ella en esa tierra, una tierra real con vidas reales y gentes reales, si ella era un unicornio. ¿Formaba entonces parte de esa otra realidad fantástica sumergida en la mente de la gente a la que le cuelgan los pies? Quizá ese fuera el motivo por el que no la veían. Paseaba por las calles de esa ciudad, que también era la suya, vivía junto a ellos, trabajaba con ellos, y sin embargo no le prestaban ninguna atención. Tampoco escuchaban su voz, ni reconocían su presencia. Tal vez solo se trataba de esto: ¿Que hacía un unicornio paseando por la Gran Vía? ¿Qué tipo de tierra era esta en la que podía pasarse desapercibido? Desapercibir era un verbo inexistente allí de donde ella provenía. Convertirte en invisible era aquí muy fácil, no se necesitaba hacer uso de la magia, al menos para aquel que se convertía en invisible, tal vez la magia la poseía el que no veía, no el que no era visto. Estaba empezando a comportarse como la gente de aquí, siempre formulando preguntas con prisa, sin dar tiempo a las respuestas a acudir a ti, una pregunta, otra, otra más, muchas, hasta que el alma se aprisiona entre esos signos interrogantes por no haber dejado espacio para escribir una respuesta. La impaciencia. Ella seguía dejando esos huecos imprescindibles para poder seguir adelante. Avanzaba por la calle, una calle llena de bullicio, ruido y vida. Se sentía en cierta manera aliviada por no ser vista, no era fácil explicar que es ser un unicornio con las palabras de aquí. Los escaparates de cristal le devolvían su imagen y no se veía tan diferente de los demás. Debía haber mas unicornios paseando por esta ciudad ¿Por qué no podía verlos? Tal vez estaba tan imbuida de esta realidad que ella también había aprendido a hacer uso del verbo desapercibir. Se sentó en un banco y espero. No estaba dispuesta a olvidar quien era. Tarde o temprano encontraría a otro unicornio paseando por la Gran Vía. Sentada en esa calle bulliciosa y concurrida, la tarde se esfumo rápidamente. Al oscurecer, Isthar, desde su banco frío e incomodo, descubrió sorprendida como un pequeño unicornio se acercaba calle abajo ¡tras él otro más grande! ¡Y tras este otro más! Subiendo la calle, a su izquierda, un nuevo grupo de unicornios jóvenes, sentado en el suelo, entre cartones, uno hermoso y fuerte, toda La Gran Vía estaba repleta de unicornios como ella. Tal vez el único misterio de esta tierra es que los Unicornio habían olvidado que lo eran. Isthar paseo la calle rodeada por seres iguales que seguían ignorándola. –No importa- Pensó. Estaba segura de que si alguno de ellos encontraba su reflejo en el cristal de un escaparate descubriría quien era. A la gente de aquí le gustaba mucho mirar escaparates. Isthar ya no volvería a la Gran Vía.

martes, 2 de febrero de 2016

ISABEL MOMENTOS DE LUCIDEZ COTIDIANA


El mundo Ikea es un mundo realmente fascinante, y no me refiero al hecho de poder encontrar muebles para amueblar 50 metros cuadrados con todo lujo de detalles, me refiero a algo mucho más complejo. Para llegar hasta donde se encuentra el objeto que buscas tienes que recorrer todo el camino. Un camino placido lleno de maravillosas distracciones, de miles de posibilidades, millones de nuevas ideas, soluciones a problemas que ya tienes, y a problemas que tal vez tengas algún día. Soluciones, opciones y descubrimientos. Y te recorres toda la tienda sin rechistar, como si de una pequeña fiesta se tratase, o con el fastidio de todo ese mundo agotador por delante hasta llegar a la balda que buscas. Si prestamos atención, veremos que hay atajos, son pequeñas señales que nos acortan el camino y nos llevan directamente a dónde queremos ir sin necesidad de todo ese recorrido. Las señales están ahí a la vista y sin embargo no las vemos. Casi nadie las utiliza. Poca gente ataja y va directo al grano, a lo que realmente quiere, la mayoría lo visiona todo para, muchas veces, no comprar nada. Hoy al entrar instintivamente me pare un instante ante la bolsa amarilla y el pequeño lápiz, y me asalto la duda. ¿Soy de los que atajan, o de los que se recorren todo el camino? Se lo que quiero ¿Voy a buscarlo entonces, sin distracción? ¿Me perderé alguna novedad interesante si no hago todo el recorrido? ¿Podré superar la curiosidad? ¿Y si al atajar me salto lo que busco? ¿Por qué atajar si no tengo prisa? ¿Para qué recorrerlo entero si no tengo interés en nada salvo en una cosa? Ante mi propio asombro he vuelto a bajar la escalera, salir a la calle, subirme a coche y volver a mi casa.
La vida me habla y lo hace a veces de maneras tan surrealistas que me noquea.
Mañana vuelvo.

sábado, 2 de enero de 2016

TAN SOLO ES UN TÚNEL

Y sin quererlo, y sin darte apenas cuenta, entras en el túnel. Nunca antes te habían asustado. Sabes que tan solo son un paso, el paso que hará posible sortear esta montaña. El camino más corto y directo para pasar de un lado al otro. Solo es eso, tan solo es un túnel. Pero es un lugar oscuro, y estrecho, y sus paredes solo reflejaban la nada. Monótono, silencioso, largo y tenue… Una larga hilera de luces rojas que forman una línea recta, como una flecha indicando el camino hacia la salida, pero no puedes ver la punta de esa la flecha. No ves la punta de la flecha, no ves la luz del otro lado, tan solo silencio y monotonía, y ese parpadeo en rojo que te hace dudar. El corazón se te pone triste y no encuentras la manera de hacerlo sonreír…. Pero serán apenas unos minutos. Silencio.
Es entonces cuando tienes que cerrar los ojos y confiar. Saber que solo es un tránsito, solo es eso, transito. Y en esa cálida oscuridad te conviertes en pura física cuántica, y experimentas en un mismo y único instante, el viaje de tu cuerpo en todas las infinitas posibilidades de movimiento. Te encamina en todas las direcciones posibles en las que tu cuerpo puede ir sin moverse del sitio. Y es lo más real que nunca has sentido. Esa convulsión te hace explotar al descubrir toda esa infinidad de realidades.
Sabes que cuando menos lo esperes, el túnel acabará y volverá la luz dejando atrás esta montaña.
Tan solo es un túnel que hace posible avanzar en todas las direcciones. Sin él tendríamos que subir la montaña para después bajarla. Pero hemos elegido el interior porque sea el camino más rápido sino porque es el que nos corresponde.
Suspira profundamente, se lo mucho que agradece estas palabras. Mañana, Elisa me comprará flores.