sábado, 20 de agosto de 2011

¿A VER QUE NOS PASA? ¡VENGA!


ISABEL

Las elecciones que han marcado mi vida nunca las he realizado yo directamente. Bueno…No es del todo cierto, hubo un tiempo que si.  Cuando era niña y adolescente si elegí, siempre elegí. Yo elegí ser actriz  por encima de todo. Yo elegí decir no a todas esas cosas que se supone que deben hacerse por la edad pero no me interesaban. -¡Te lo estas perdiendo! ¡Tal vez pero si lo hago me perderé a mi!- Yo elegí decir no a mi primer amor por puro amor, porque le amaba tanto que ese amor se salía de mi cuerpo y me hacía desaparecer, y ese sentimiento tan profundo me asustó más allá del propio miedo. Es el único NO del que me arrepiento. Elegí separarme de mi primer novio porque le quería y sabía que nuestras vidas se encaminaban  a lugares  distintos,  y él  merecía alguien que le hiciera feliz, como yo. Después creo que comencé a madurar y a conocer el miedo… porque deje de elegir conscientemente. Conocí  el miedo que se tiene cuando eres mayor. No un miedo presente de ¿Qué me pasa? ese miedo que te agarrota las piernas y el estomago, sino el miedo a las consecuencias, miedo no a lo que se vive en el presente, sino a lo que se vivirá en el futuro,  a lo que llega después, a lo que tal vez no llegará  nunca. Cuando eres joven las consecuencias son un mal menor al que no prestas mucha atención. La propia palabra “consecuencia” no representa nada. Pero al hacerte mayor el miedo se transforma, -Piénsalo bien- te dice… ¿A caso no lo he pensado bien ya? Es como si con la edad las opciones de vida se fueran acabando, nos vamos acotando, dejando de arriesgar y debería ser  al revés, tenemos más experiencia, más sabiduría, supuestamente, y esto debería ir dándonos seguridad para arriesgar, para buscar, para movernos, para equivocarnos como cuando éramos pequeños. Pero pensamos que ya no habrá nadie para ayudarnos, que nadie dirá… -no te preocupes, no pasa nada, no es tan importante- Y entonces el miedo te deja pequeño y lo piensas todo mucho, muchísimo Cuando éramos pequeñas Elisa y yo teníamos que ir de excursión. Mi madre nunca me decía si debía ir o no, era yo quien elegía, la responsabilidad era mía. La mama de Elisa decidió hacer lo mismo. -Nosotras no estaremos  en esa excursión para cuidaros debéis firmar vosotras mismas la autorización-  Elisa la firmo al instante, no lo pensó… yo lo pensé “toda una tarde” ¿Porque lo has pensando tanto…. Toda la tarde para firmar un papel? Una tarde era una eternidad…. Una semana esperando a que llegara una excursión era aun más que una eternidad…. Ahora podemos pasar meses, incluso años pensando en algo antes de hacerlo. El miedo nos coloca tantas variantes, tantas posibles opciones en los resultados y  tantas consecuencias que nos paralizamos. Me gustaría recuperar eso, pensarlo un instante, o dos y ya esta…. Acción. Pero no puedo. Elisa es más rápida, actúa. -Es el puro miedo el que me hace ir adelante-…. Tal vez, le digo, pero avanzas… Mi madre murió cuando yo era joven, demasiado joven para perder a una madre. Pero eso me hizo volver a nacer, y al hacerlo volví a comportarme como cuando era niña, y vivír con intensidad, y elegí sin miedo a las consecuencias. Después volví a crecer como lo hice la primera vez, olvidando…me he enamorado y me han dejado.  ¡Siempre que me he enamorado me han dejado!. Amaba tanto que no me daba  cuenta de cuando dejaban de quererme, de cuando la relación se convertía en  otra cosa, y entonces la vida ante mi abstracción actúa y se lleva lo que ya no es genuino y veraz.  Cuando dejo de elegir, ¡tal vez ni siquiera “elegir” sea la palabra correcta! creo que es “vivir presente”, ¡si eso es!. Elegir realmente es “vivir presente” y reconocer lo autentico, lo que conecta contigo. La vida que es sabia, y me quiere, y me ayuda porque recuerda lo tenaz, valiente y contundente que he sido cuando era niña, cuando se esta tan cerca del origen que se recuerda realmente quien es uno… la vida me da tiempo, y cuando siente que me aletargo, actúa. Y me hiere, y me duele y me revelo, pero no puedo más que agradecerle y pensar -a ver si la próxima vez lo hago yo-

He estado unos días con Marichu, una mujer hermosa y fuerte que también ha cuidado a Elisa durante todo este tiempo. Me ha ayudado mucho. Marichu y yo hablábamos de que sería maravilloso que a los 50 años se nos permitiera volver a empezar, como cuando eres niño… Venga a ver que quieres ahora, ahora que sabes, que harías con tu vida… Una sociedad que nos dijera “a los 50 se empieza de nuevo, empieza otra vez, cambia, si no te sientes feliz busca otras cosas, no pasa nada, nada es tan importante, no esta todo hecho, no esta todo vivido, arriesga”. Pero nos dice… ya debes haber elegido tu camino, ya sabes quien eres, ya has vivido buscando, ahora hay que asentarse, ahora hay que recoger lo sembrado, ahora la vida ya esta hecha. La sociedad nos dice eso, es el momento de los jóvenes…¡Y una mierda! Es el momento del ser.  Nos pasamos 50 años distrayéndonos para llegar a donde estábamos cuando éramos niños…. A cualquier parte… ¿A VER QUE NOS PASA?



2 comentarios:

  1. tan cierto tan cierto...
    a mí el miedo me paraliza. y recuerdo que antes siendo más joven sí lo tenía también, aquel miedo, pero aún así me arriesgué. Aun así vivía. aun así elegí. Ahora hay tantas cosas que llevo años pensando y me veo incapaz de entrar en acción. Y las elecciones se posponen. No: porque no elegir también es elegir. ¿cuándo empezó esto?

    ResponderEliminar
  2. Empezar a pensar ¿cuando empezó? nos va a enrededar en pensamientos que no nos conducirán a la acción. La mente es lista, y nos distrae con el lenguaje, ese lenguaje silencioso que busca y busca "razones". Creo que es más interesante pensar en cuando va a acabar. Yo, cuando tengo miedo a algo, voy a ello, asustada, pero voy... no dejemos que nos digan que ya no es tiempo... es tiempo para todo aquello que queramos hacer. ¡Hazlo! ¡No lo pienses más!

    ResponderEliminar