sábado, 20 de diciembre de 2014

Tamahai y el don de la facilidad.

Hace unas semanas hable con Elisa de mis dudas sobre “Mi facilidad”, sobre “Mi sencillez” o como bien pueden pensar desde fuera... “Mi simpleza”. ¡Y Elisa se rio!

Anoche me reuní con ella.
-Voy a contarte una leyenda- Elisa sonreía… Es de las que nos gustan...

Una guerrera, Tamahai, perdió el más preciado Don que poseía por darle el valor que los demás le daban.
Cuando Tamahai comenzaba a caminar, poco importaba donde colocaba cada paso. Sus pies se acompasaban, serenamente sin duda y sin descanso. La tierra se hundía bajo su peso en la medida justa para volver a impulsarla hacia adelante. Sabía que tras ella, vigilante, aguardaba su espada. Ella poseía El Don de la Facilidad, sin embargo, este amanecer, no fue capaz de clavar su espada en una tierra húmeda y porosa. Una tierra que la acogía amable. La tierra se abría para atrapar la cola de su falta, sin embargo, la espada había rebotado como lo hacía el balón cuando lo arrojaba sobre la tierra de niña. Tamahai entonces, siguió caminando y dejo atrás el arma. Pisadas sobre tierra húmeda. Pisadas sobre la nieve, sobre la hierba, sobre el agua. Cuenta la leyenda que ella no dejo de caminar hasta que hubo recuperado su don. Cuando lo hizo, ya no tuvo nada que hundir en la tierra, a pesar de que su fiel espada, nunca dejo de seguirla.

lunes, 15 de diciembre de 2014

ESPERANDO VOLAR.

Se agarraba a la barandilla… se aferraba más bien.
Cada mañana paseaba por el acantilado. Siempre con la mirada al frente. Decidida. Pero hoy se acercó al abismo y se aferró a la barandilla. Abajo estaba la playa. Esa playa a la que ahora, apenas prestaba atención. Un final hermoso si emprendiera el vuelo…Si pudiera saltar y extender los brazos y volar… volar hasta posarse en la arena… si pudiera… mientras tanto pasearía el borde, y en días como hoy, aferrada a la barandilla, buscaría el final de cada ola, la caricia de esa espuma salada, de ese frío que se metía en el cuerpo y que se obstinaba por permanecer en él. Se obstinaba como los recuerdos… se obstinan. Llevaba tiempo viviendo al borde de ese acantilado. No le tenía miedo, solo esperaba poder emprender el vuelo para desafiarlo y bajar. Mientras tanto esa fría barra blanca acariciaba a su mano mientras ella olía el viento en la esencia de ese mar.
-Es posible que se marche- Me dice Elisa. Que se rinda y baje a la playa por el camino de piedra.
-Es posible- digo yo. Pero yo voy a esperarla sentada en la orilla con la cabeza inclinada para verla volar.
-¿sabes qué es lo que importa?
-¿El que?- contesto yo.
Que baje, maldita sea, que baje...
Sonreí.

viernes, 12 de diciembre de 2014

SINUE. Elisa y yo.


Hace unos años, cuando Elisa y yo jugábamos a perdernos en el bosque, llegábamos hasta la linde que cercaba el terreno por el que se podía correr, correr cuando eres niño... porque corres... siempre. Hace unos meses Elisa y yo volvimos allí, y paseamos... paseamos... porque ahora ya se pasea... casi siempre. Cuando llegábamos a la linde, nos sentábamos en una enorme piedra, y entonces, como por arte de magia, comenzaban nuestros relatos. Relatos... historias sobre gentes de otros tiempos, historias de gentes, que tal vez, porque no, también pasearon aquellos bosques... Sinue es una de ellas. Espero que os guste.


SINUE

Sinué recordaba la música que acompañaba el canto de una voz femenina. Podía transportar su mente hasta esa melodía y así recordar la letra de una canción extraña que se repetía una y otra vez, en el interior de su cabeza desde que era una niña:

“Algún día te haré un regalo hermoso, se escapara
entre tus dedos si pretendes atraparlo, y solo a través de tu oído llegará a tu corazón”

Hace tiempo que yo también lo he recibido.

Eran bucles de sonidos hermosos que se transformaban en palabras llenas de misterio para una mente tan pequeña. Pero algún día, llegaría el día…

Lo primero que hizo fue tararear la melodía que sonaba en su interior. Aún no conseguía componer fuera de ella la música que escuchaba, así pues, debía ser que llegaba del recuerdo de una nana. No siempre era la misma, variaba y era hermosa, no tenía letra alguna, solamente era música que habría de transformar en palabras.

Sinué se movía al ritmo de los sonidos de la vida. Acompasada siempre con la música que producían los objetos y las personas que la rodeaban. Danzaba cada segundo en un baile discreto y apenas perceptible, invisible para los ojos ajenos. A través de esos regalos de su oído ella vivía la vida. Cada objeto emitía su propia melodía, precisa, perfecta y única, una melodía que lo diferenciaba de los demás. Cada persona poseía su música y a través de ella Sinué los nombraba. La vida y la existencia eran música, sonidos que se mezclaban en combinaciones diferentes. La única melodía que Sinué aún no había escuchado era la propia, por lo tanto no estaba segura de que Sinué fuese su verdadero nombre. Su música debía sonar muy dentro, escondida o apagada por el sonido de todo lo que la rodeaba, pero sabía que la poseía. Ella era la melodía más hermosa. Ella era la música.

Cuando tuvo la altura suficiente para poder llegar hasta El, ese instrumento tan grande que la había visto crecer, se sentó en sus rodillas, y mientras le acariciaba el rostro, apretando cada uno de sus rasgos, escuchó una canción. Así fue como la pequeña Sinué aprendió a tocar el piano. Era con caricias de intuición que al unirse formaban melodías. Las melodías del mundo que la rodeaban. Sinué creció en las rodillas de él. Amanecía y con el sol se levantaba, con la carrera de descubrir algo mágico, llegaba hasta él y le acariciaba la tez. Y sonaba y sonaba para ella. Él componía hermosas melodías que le regalaba. El era la voz que ella aún no tenía.

Ella permanecía en silencio cuando el resto de los que la rodeaban hablaban y hablaban. Entonces entorpecían los verdaderos sonidos que descansaban en el silencio ruidoso de la verdad. Todos pensaban que Sinué no tenía palabras, que el silencio atrapaba su garganta y oscurecía su voz, y que por eso la pequeña nunca había emitido un solo sonido que no fuera música. Pensaban que padecía una extraña enfermedad y así, con la ayuda de la costumbre fueron olvidando el problema y apreciando los ruidos de Sinué

Sinué sabía hablar perfectamente pero creía que ella no estaba allí para hacer eso. Las palabras tienen su música y ella se expresaba a través de ésta. Sus frases eran perfectas y coherentes aunque nadie pudiera entenderlas. Solo el piano traducía su lengua. Solo el piano conocía el texto de sus relatos. Le guardaba el secreto y a veces al enmudecer se burlaba de las gentes que “atentamente” apenas entendían nada. La pequeña Sinue se aferraba a él. Cuando el piano no acompañaba su discurso, su voz suave de niña tarareaba y tarareaba, con los ojos muy abiertos para ver qué ocurría y entonces ocurría la nada que contiene todo.

Sin duda el regalo de la canción llegaría en cualquier momento…



Al crecer, el piano fue adaptándose a su cuerpo y formó con ella una unión de amor. Apenas ya cabía en sus rodillas y era ella la que le sujetaba, ese rostro culto por los años, componía canciones de otras tierras. Sinué aferrada siempre a su piano no sabía vivir fuera de él. Hermosa, con el susurro suave de la luz de la verdadera voz, con el aliento aliado a la caricia de las palabras, con el tiempo sumergido en el tempo del sonido, y con el silencio alto y enérgico de la voz unida a las palabras escondidas en el interior de su garganta, se convirtió en una mujer.

Un día, y no un día cualquiera, cada nota es la precisa en el universo de la música, al llegar el sol a ese punto de unión con la tierra en el que ésta le abraza y produce una música llena de luz, una luz con melodía de graves que resuenan directamente en el pecho del hombre, el ruido externo de la vida de Sinué asumió un volumen discreto en el interior de su oído, y apareció una maravillosa música nueva que significaba su nombre, que la definía. Supo entonces que había llegado el momento. La armonía viva en el silencio, así se llamaba ella.

Su ser, consistente hasta entonces en la música, le hizo componer las melodías que sonaban ya no solo en su interior.

Aquel día estaba sola una vez más. La casa se vaciaba, la familia olvidaba nombrarla confundiéndola con la música que provenía del salón. Vivía para acariciar las teclas que le hacían realidad. Sinué sabía que la música, desde que había sido una niña se había confundido con ella, se mezclaban una en el interior de la otra. Era ella, la expresión de su alma, la que él convertía en voz. Sinué, quería transportarse por las ondas hasta llegar muy dentro de su piano. Abandonar el mundo del silencio de las gentes que no entiende cómo suena el sol cuando se va.

Una tarde, aferrada a sus notas, inclinada sobre el teclado color tormenta, con los ojos cerrados hacia dentro, y el cuerpo repleto de una tensión que representaba la de la unión de todos los movimientos que al combinarse se convierten en apacible quietud; Suspiró al ritmo de una música que ya no sonaba en su interior. El piano, tan sabio como era, le regalaba voces sin que ella acariciase las teclas de su rostro. Sentía como esa música recogía cada parte de su ser y transformaba su cuerpo de mujer en una nota extraña enfrente en el papel, contenida entre cinco líneas. Sin temor, se abandonó a ese hecho con las manos extendidas hacia él. Y la música fue convirtiéndose en su aliento suave y en su ser. Sinue se evaporó en el aire. Su estructura formó una canción que se quedó impresa en el pentagrama y el piano al fin, cuando la hubo acogido, se decidió. Sonó fuerte con gran estruendo recogiendo el alma de la niña grande y con notas de aliento en esa alma, dejó al viento el aroma de una canción.

Sinué se encuentra ya en la música. En lo profundo del entramado de ese piano de madera y huecos. Ahora, él expulsa sin la caricia de nadie una música difícil de entender.

Sinué, acurrucada entre las notas, me descubre un mundo que no conozco. Que hasta ahora había estado sordo, solo silencio, solo eso. Ahora ya no. Sinué es cada nota de la música que escucho solo en mi corazón. Es una música privada y única. Ella acude a dar forma a la melodía si le doy tan solo una nota de razón. Si silencio el ruido del exterior y permanezco escuchando mi interior, Sinué sabrá que ahora amo la música y encenderá para mí un sonido único. A veces esta más alta y otras más baja, tan baja que apenas puedo oírla, pero siempre sé que está en mi interior esa melodía que me define y me nombra. Hace años que la escucho y cuando siento que se esconde, mi alma sonríe pues sé que siempre permanece.

Sinué recibió el regalo y decidió convertirse en él, simplemente eso. Ahora a través de la voz del silencio, me enseña a escucharme, a saber interpretar esa música que solo tengo yo. Es el ritmo que define mis días, melodías que hablan solo de mí. Al final, componen mi canción que se esconde para siempre en el fondo de mi oído. Si afino, esa escucha será permanente. Nadie, salvo yo, puede quitar el volumen. Siempre esta ahí aunque a veces no haya podido escucharla. Ahora tarareo la canción y aparece la magia…


Sinué creció con los sonidos, en un mundo que para los demás era sordo. Siempre pensaron que esa niña no podía ni oír ni hablar, y al final ella se convirtió en música para recordar a cada uno que tiene su propia voz. Una niña sorda y muda que vivió en un tiempo en el que permaneció muy sola por ser única. Ahora hay mucha gente diferente rodeándome y yo me pregunto qué saben que yo no sé y que les hace ser así. Cada vez que alguien que no es como yo, que no habla, que no oye, que vive en otro mundo, se pone delante, imagino que tiene un secreto. Un secreto que ganará al tiempo, que le hará ser quien es. Entonces ya no siento que tiene un problema sino que es especial. Me acurrucó con él y espero a que me lo enseñe.

Yo también voy a tocar el piano.

Tú, si quieres, puedes entrar en el silencio y aprender quién eres. Si afinas, Sinué tocará para ti.



lunes, 20 de octubre de 2014

El Don de la Facilidad.

Hace unas semanas hable con Elisa de mis dudas sobre “Mi facilidad”, sobre “Mi sencillez”, sobre “Mi simpleza”. Ella reía.
Anoche tranquilamente salí de casa y me reuní con ella.
-Voy a contarte una leyenda- Elisa sonreía… Es de las que nos gustan. Una guerrera, Tamahai, perdió el más preciado Don que poseía por darle el valor que los demás le dieron.
-Cuando comenzó a caminar poco importaba donde colocaba cada paso. Sus pies se acompasaban, serenamente, sin duda y sin descanso. La tierra se hundía bajo su peso en la medida justa para volver a impulsarla hacia adelante. Sabía que tras ella, vigilante, aguardaba su espada. Ella poseía El Don de la Facilidad, sin embargo, no había sido capaz de clavar su espada en una tierra húmeda y porosa. Una tierra que la acogía amable. Una tierra se abría para acoger la cola de su falta. La espada había rebotado como lo hacía el balón cuando era niña. Siguió caminando y dejo atrás el arma. Pisadas sobre tierra húmeda, pisadas sobre la nieve, sobre la hierba, sobre el agua. Cuenta la leyenda que ella no dejo de caminar hasta que hubo recuperado su don. Cuando lo hizo, ya no tuvo nada hundir en la tierra.

martes, 22 de abril de 2014

ISABEL. DANDÁRA.

Parece que la vida nos ocupa, nos ocupa tanto que apenas he tenido tiempo de verla.

Elisa vive cerca del mar y yo no. La primera diferencia, al menos la primera en la que reparo, y no me gusta reparar en las diferencias, con ella no, se me hace extraño.

Ayer llamo -Hoy parece que no habrá sol- Tan solo eso y después silencio. ¿Recuerdas la historia de Dandára? ¿Te acuerdas? No había vuelto a recordarla. -No te acuerdas porque apenas me escuchaste- Y era verdad.

Teníamos quince años. Elisa caminaba hacia el bosque, iba muy deprisa, como siempre, y a mi me enfadaba. De nuevo caminaba como si lo hiciera sola, dejándome atrás, en silencio, y yo, como siempre la seguía. Encontró una piedra muy grande. ¿La ves? ¡¡¡Claro!!! conteste. Entonces Elisa se sentó en ella, cerro los ojos, y me contó una historia.

Todos los días Dandára baja hasta el puerto. Atadas están las pequeñas barcas de los pescadores, y en la orilla, sentado en el suelo, como cada mañana, el hombre que cose sus redes y sin levantar la vista de sus manos, saluda a Dandára. Ella desata una pequeña barcaza blanca y se adentra en el mar. Es entonces cuando el hombre levanta la vista y la observa, lo hace hasta que se pierde en el horizonte, entonces vuelve a su trabajo y susurra - Hoy ira todavía más lejos- Dandára rema de espaldas a tierra. De vez en cuando se vuelve a mirar, comprueba como la playa se aleja, se hace pequeña y entonces rema y rema más. Cuando siente que la distancia entre el horizonte y ella es la misma que la distancia que hay entre ella y la playa, para, sonríe y se pone de pie. Es un secreto que solo ella conoce. Si consigues parar entre dos horizontes, si consigues estar en el punto medio exacto, entonces, cuando regresas, no lo haces al lugar de donde partiste. Dandára rema de vuelta a la playa, se esfuerza por llegar pronto, por descubrir ese nuevo lugar, y cada mañana al hacerlo descubre la silueta del hombre que no la mira, y decepcionada piensa que hoy tan poco ha encontrado el punto medio, que no supo medir la distancia, y que mañana lo conseguirá.

No se porque Elisa me ha recordado esta historia. ¿Habrá encontrado el punto medio? Si no es así y sale a buscarlo quiero ir con ella. Estoy segura de que Elisa sabe algo que yo aun no se, y no se si eso me tranquiliza o me inquieta. Tengo que ir a verla.

viernes, 14 de febrero de 2014

ISABEL. UN DÍA DE TANTOS.

Ayer era el día de los solteros y hoy el día de los enamorados. Parece que hay un día para cada uno. Que todo puede clasificarse, meterse en una carpetita con un nombre.

Yo no estoy soltera, tampoco estoy casada. ¿Enamorada? Estoy enamorada... creo que si. Entonces este es mi día aunque no tenga una pareja o mi amor no se defina de manera romántica con una persona. Estoy enamorada de mi hija, de mi familia... de mis amigos, de la gente valiente... Anoche celebramos el cumpleaños de una de mis mejores amigas. Le dimos una fiesta sorpresa. En su rostro había tanto amor hacia nosotros, tanta ilusión... su mirada me hizo sentir muy querida y darme cuenta de todas las personas que me rodean y que me aman. Estoy enamorada de ellos. Estoy enamorada del amor que vi entre dos personas anoche. Enamorada del respeto después de 23 años de casados. Enamorada de como él preparo todo aquello tan solo por ver sus ojos. Porque el amor hay que demostrarlo. Enamorada de los silencios de mi padre.

Este día siempre me ha producido confusión y desagrado. Cuando tenia pareja no lo celebraba. No lo necesitábamos. Ahora no la tengo, y todo este tinglado me lleva a tenerlo más presente ahora que no tengo pareja. Nadie me ha regalado una flor, nadie me ha felicitado pero el amor esta ahí... y se lo agradezco mucho a todos aquellos que me lo demuestran.

Elisa me ha llamado muy temprano. Me conoce. Solo me ha dicho. No le des vueltas, no piensen en ello. Y no lo he hecho.
Te quiero.

sábado, 1 de febrero de 2014

ELISA E ISABEL. SI Y NO.

ELISA

Los días se me hacen monótonos en el trabajo. Me gusta llegar hasta allí por el camino de la playa. Casi es de noche cuando salgo de casa y voy descubriendo el día en el brillo de las olas. Pero al llegar… Hoy encontré una lata en la arena, ya ni siquiera es una botella de cristal, es una lata y lleva mi nombre escrito, un mensaje en una lata… ¡¡¡una lata de coca cola con mi nombre!!! El primer impulso fue cogerla, después la tire en una papelera… no, esto no lo quiero.

No quiero si pero no
No quiero no pero si
No quiero miedo
No quiero dudar indefinidamente
No quiero aguantar
No quiero sobrellevar las cosas
No quiero no estar ilusionada por un simple reflejo
No quiero tener que disculpar a alguien constantemente
No quiero justificar la decepción
No quiero que me engañen
No quiero que me pinte mi realidad de colores, ya  lo hago yo
No quiero engañarme
No quiero conformarme
No quiero pensar y no sentir
No quiero que tu decidas mi tiempo
No quiero que tu decidas por mi
No quiero perderme nada de lo que yo creo crea que es todo
NO, en mayúsculas, no en pequeño, el “no” ya no me asusta nada.
No quiero hacer de lo que no soy
No quiero a los que no saben de donde vienen
No quiero…

ISABEL

Me levanto cuando aun de noche y salgo a la terraza. En mi trocito de cielo casi no quedan estrellas y el sol comienza a salir a mi derecha. Hace frío, pero no importa. Un nuevo día… voy a despertar a mi amor. Y al besarla, lo siento…

Si quiero “Si”
Si quiero el “No” que salen de la verdad de un corazón
Si quiero verdad, me guste o no me guste.
Si quiero la eternidad que me da mi sol
Si quiero riesgo
Si quiero aventura
Si quiero compromiso en la libertad
Si quiero a los que saben de donde vienen aunque no sepan a donde van
Si quiero risa
Si quiero llanto
Si quiero confiar
Si quiero amor
Si quiero puertas que se abren cuando otras se cierran
Si quiero olvidar lo que ya no es
Si quiero dejar atrás lo que no avanza
Si quiero dormir contigo
Si quiero dormir yo sola
Si quiero asumir lo que enseña
Si quiero volar

Si quiero…

sábado, 18 de enero de 2014

EN CAMINO

Elisa quiere que hagamos un viaje. No me ha dicho donde. No me sorprende. Me mirara fijamente y dirá... ahora.

Los viajes con Elisa son algo... desconcertante. No hay un lugar determinado al que quiera ir, tan solo se pone en marcha y llega. Ella dice que la elección es clara y que no lo veo porque me no miro en la dirección correcta. Ya he aprendido a dejar de preguntarme y a dejar de preguntarle a ella. A Elisa le gusta vivir con preguntas y yo voy aprendiendo a dejar de buscar las respuestas.

Teníamos 17 años cuando hicimos nuestro primer viaje. Íbamos a ir todos los amigos juntos. ¡Nuestro primer viaje solos!. Elisa me dijo... ya veras como solo iremos dos. ¡No seas idiota, estamos deseando irnos! ¡Vendrán todos!. Me sonrió. Solo fuimos Elisa y yo.

Yo siempre había querido ir al mar. Me gusta y me asusta. Tengo siempre la sensación de que pudiera estar esperándome, de que si me relajara me llevaría con él.  Este verano me agarro muy fuerte de la mano, yo no me deje ir, y casi se lleva mi dedo.

Yo quería ir al mar pero Elisa caminó hacia la montaña.

Elisa tan solo llevaba una mochila y yo, no llevaba nada. ¡Extraño! Bajamos del tren en un lugar sin nombre, al menos no lo recuerdo, y Elisa comenzó a caminar. Caminaba en silencio, como siempre, con la seguridad del que sabe hacia donde va. Yo iba detrás, mirándolo todo. Elisa miraba al frente y yo no podía evitar mirar hacia todas partes. ¡Que dos maneras tan distintas de vivir la curiosidad!  Nos costó mucho llegar hasta arriba. Yo no podía respirar y me dolían las piernas, Elisa seguía y seguía como si su camino no fuese cuesta arriba, como si su camino y el mio no fueran el mismo. Cuando llegamos me senté rápidamente. Elisa se coloco a mi lado - Para volver tan solo hay que dejarse caer y comenzar a rodar, dame la mano- Y yo se la di.

Nos vamos. Elisa trae una mochila grande, y yo, no llevo nada. Estoy deseando dar mi primer paso. -¿Ahora que? le pregunto. ¡Ahora nosotras!

No se a donde vamos, tan solo se que, seguramente, sera un lugar del que sera muy fácil volver. Elisa parece haberme leído el pensamiento -Isabel iremos a un lugar del que no podremos volver rodando-

Pues vayámonos





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jueves, 9 de enero de 2014

ALGO EXTRAÑO.


 No sirve de nada que des la luz.

Cuando se acurruca en la esquina con la cabeza entre las piernas, de poco sirve que des la luz para iluminarle la habitación, porque él seguirá a oscuras. La oscuridad es una elección propia, eso dice él.

El muchacho de la gorra es un chico muy activo. Va corriendo a todas partes. Rara vez se sienta, siempre parece tener prisa. Avanza tan rápido que choca con las cosas antes de que lleguen a él. El va a su encuentro, no tiene paciencia para esperar a que lleguen. Las descubre, las acecha y las atrapa. Pero hay veces que se agota, que al mirar hacia delante no ve nada. –Es el cansancio- Me dice, y entonces decide sentarse y esperar. Solo cuando la línea del horizonte se llena de sombras el muchacho se lanza hacia delante, pero cuando esa línea permanece solitaria el muchacho se sienta a descansar.

El lienzo que define nuestra casa es un lienzo grande. En el puede pintarse todo aquello que se desea. Unos días es el mar el que nos trae la brisa con olor a sal, y otros el bosque con su olor a campo de verano. Nadie sabe llegar hasta aquí porque no hay entrada, ni salida, por eso cuando le descubrí por primera vez sentado en la esquina de mi habitación, agazapado bajo su gorra me sobresaltó tanto. Él levanto la cabeza, me sonrío, y después volvió a esconder el rostro entre las rodillas. Paso varios días en ese lugar. Desde entonces, puedo verle a través del lienzo como si tan sólo una cortina de aire nos separa. Sé que no es así.

No sirve de nada dar la luz.

La última vez que estuvo aquí puede preguntarle por donde había entrado.

-Hay una rendija, en vuestro lienzo, hay una rendija, pero  no se lo digas a nadie.

Mire el lienzo, y en la parte inferior, a la izquierda, encontré una minúscula línea que había quedado sin pintar. Fina, pequeña y con color a nada. He de procurar que no la pinten. Si él puede entrar y salir, yo también.

miércoles, 1 de enero de 2014

LAS DOCE UVAS

Son doce uvas, tan solo doce uvas y parece que todo comienza.

 A Elisa no le gustan las uvas, como no le gusta el vino. Cuando eramos niñas nuestras familias pasaban el fin de año juntas. Mi madre nos pelaba las uvas y les quitaba el hueso para que Elisa pudiera tomarlas. Nos sentábamos en el suelo delante de la tele, nos poníamos muy nerviosas y esperábamos a que mi madre nos diera la señal para empezar a comer. Yo solía terminar a tiempo pero Elisa no. -Con cada uva va un pensamiento Isabel, no te las tragues sin más- Procuro no hacerlo, procuro que cada uva lleve con ella una idea. -Esta noche la magia se pasea por la calle no te las tragues sin pensar Isabel- Elisa creía, cree, que la magia forma parte de la vida, y que esta en cada una de las cosas que nos pasan, o que nos rodean, y que aquellas personas que lo saben tienen el Don de la Facilidad. Yo lo intentaba, intentaba poner una idea en cada una de las uvas pero lo único que podía pensar era "Quiero ser feliz" tan solo eso.

Este año si he podido poner una idea en cada una de ellas. El tiempo corrió lentamente  y conseguí hacerlo. Elisa estaba sentada junto a mi, en el suelo. Cuando sonó la ultima campanada me miro sonriendo -¡No lo he conseguido, esta vez no he podido hacerlo!- -Yo si. Doce ideas, doce uvas- y al decirlo no he podido dejar de sonreír.

Pero lo que verdaderamente me importa es que quiero "Si" quiero un Si abierto, libre, y renovador, un Si sin miedo. O un "No" sincero, libre y valiente.

Esta mañana de Año Nuevo Elisa se ha  levantado conmigo. - Solo podía pensar en una cosa, anoche, solo podía pensar en una cosa- Ya lo se Elisa tan solo podías  pensar en terminar a tiempo. Elisa no ha sonreído, se ha limitado a decirme con una sorprendente cara de asombro: "Si".

Hoy es día 1 confiaba en haber dejado atrás la tristeza, pero se ha colado en el nuevo año. No me importa. Se que la vida tiene un plan y yo voy a decirle que Si.