martes, 14 de junio de 2011

ELISA: EL DULCE MASAI



El restaurante está al lado de mi trabajo. Es un lugar acogedor, de madera y sol. La comida es muy rica. Llevamos comiendo allí varios días. La primera vez que entramos le encontré al final de un pasillo. Sonreía y hablaba dulcemente con la gente de una mesa. Alto, esbelto, color oscuro…

-Aquí. Ahora os preparo esta mesa-

Y yo sonrío como una tonta… -Que dulce- pienso. Y me descubro  asombrada observándole mientras trabaja. Me gusta como se mueve. Es elegante, parece flotar, deslizarse por el suelo…

-Ya está –  sonríe.

Y le sonrío también,  disimulo mientras mis ojos se quedan pegados  a sus ojos blancos y a su cabeza ¡me encanta su cabeza! Cuando me fijo en un hombre, su cabeza es lo primero que miro. Me gustan. ¡Si! No es tan raro Isabel, me  gustan las cabezas… ¡deja de sonreír!

Nos sentamos en la mesa y me pongo nerviosa. -¿Pero porqué? Seré idiota, ¿qué me pasa?-  Y me descubro una vez más siguiendo sus movimientos, y escuchando su voz mientras nos canta el menú. Estudio su cuerpo con indiferencia ¡¿indiferencia?! Es muy alto y delgado. Elegante, muy elegante. Sus largas piernas, sus brazos largos, sus manos delicadas, sus ojos blancos, su cabeza… -joder… ¿que ha dicho que hay?- Y mi compañera se ríe, y  él me lo repite mientras yo disimulo haciéndome la distraída. -Está esperando a que decida y yo creo que voy a marearme.-  Comemos y nos vamos, y lo hacemos con indiferencia, por supuesto.

Volvemos  a comer. Entramos… vuelve a estar al final del pasillo. Me mira y sonríe o tal vez nos mira a todos y nos sonríe a todos pero para mi solo existo yo… solo a mí…. Es para mí.

-Os preparo esta mesa-  me mira. -¿Se habrá dado cuenta? En fin, no pasa nada-.

Nos dice el menú y esta vez  pido la primera, como si nada, con indiferencia, sin mirarle… apunta y se aleja. Entonces imagino su silueta dibujada en un paisaje, un paisaje caliente y caluroso. Un paisaje de color rojo, de sabor a arena y a sol.  Camina con la elegancia de un Masai, -pienso- lo hace ausente, concentrado únicamente en cada pisada, en esa única porción de tierra,  sin poner intención en lo que le rodea... sin dirigirse a ningún lugar, es como si el paisaje se moviera danzando con su cuerpo, acaricia su vara y camina rumbo……… a mi, joder que viene, y viene mirándome fijamente.

-Señorita-  Y me ruborizo. Y lo peor de todo es  que se da cuenta. ¡¡¡Todos se  dan cuenta!!!!

Como mientras vigilo todo lo que hace, ¿estará pendiente de mí?  Soy tan obvia que se habrá dado cuenta…

Viene con el segundo plato. Intento torpemente colocar mi cubierto sobre el plato para que pueda llevárselo, y él intenta hacer justamente todo lo contrario. -Aquí no cambian los cubiertos… seré idiota- y  él dulcemente me coge la mano, ¡acaricia mi mano! y la dirige para que deje el dichoso tenedor sobre la mesa, y  mi cuerpo tiembla. Siento la sangre subir hacia mi cara, el estomago se encoge bruscamente y temo que el primer plato salga disparado, y me río mientras siento su caricia que se  hace eterna, y miro a mi alrededor... – nadie se ha dado cuenta de que me ha cogido la mano, ¡no, no me la ha cogido, me la ha acariciado!- y sigo como si nada mientras mi cuerpo desea levantarse y tocarle, y sentir el calor que trae de su tierra llena de sol y montañas. Como el segundo plato, dejo de mírarle. -Ya vale, se acabó-

- ¿Postre?

- ¿Qué? Si,  yo quiero la filloa pero sin crema ni nata, solo con chocolate, ¿podrías traerme el chocolate y yo me lo pongo?- se lo explico con la mayor dulzura de la que soy capaz mientras  me mira sonriendo. Se que hará lo que le pido pero se divierte escuchando mis absurdas explicaciones. – Me encanta el chocolate, me encanta…en realidad lo que quiero es el chocolate pero claro tendrás que traerme la filloa… ponme mucho por favor- y pienso -cállate, cállate, cálate ya- pero no lo hago e insisto en lo del chocolate…-Elisa, joder que es negro ¡cállate!

-Eres muy radical- me dice y pienso. –Si, claro que si- y vuelvo a imaginar su cuerpo a través de su ropa, sé que me gusta, y me obligo a comer sin mirarle mientras mis compañeros se ríen porque creen que le gusto al camarero.

– ¿Si de verdad?  ¡No, es que soy muy pesada!-  me levanto al baño  y me cruzo con él y  me mira de arriba abajo. Mira mis pechos y yo siento que podrían salir disparados hacia él. -¿Que pasa conmigo?- pienso en el baño. -A mi el sexo no me provoca estas cosas-. Y escucho a mi vocecita interior…. -Te gusta, te gusta-. Salgo mirando al suelo así solo puedo ver sus zapatos. Terminamos de comer y nos vamos.

-¿Donde comemos hoy?-

Y mi compañera dice; -vamos a comer a donde el dulce camarero-

Y yo sonrío.- Si, me gusta el camarero… pero es simplemente un juego Isabel, ¡de verdad!, no es real-

Entramos y allí  está con su rostro dulce y oscuro, mirándome, si, mirándome a mi, no hay duda ahora lo se. Debe haberse dado cuenta de que me gusta y se aprovecha, bueno y a mí que me importa, que se aproveche.

-Hola-

-Hola- Y me mira como yo le miro a él, ¿le gusto?  Hoy es descarado.  Le miro ruborizada. Mi amiga  dice que ruborizarse es la mejor manera de coquetear, -a los hombres les encanta que nos ruboricemos- dice. Bien, pero es que yo me ruborizo sin querer, no para conseguir ligar.

El avanza hacia la puerta de la calle y  observo como camina. Y vuelvo a verle rodeado de montañas, tierra y sol, tembloroso por el viento caliente… se aleja con sus pasos dulces y su movimiento… ese movimiento que parece no tener tiempo ni lugar, parece perdido en un mundo irreal... y entonces se vuelve y me pilla desprevenida, me mira diciendo -¿lo hacemos? - Y yo siento- ¿Por qué no?-  y creo que voy a marearme, ¡demasiado directa! ,  siento como la sangre sube a mis mejillas, mi estomago salta hasta mis hombros y mis piernas pretenden llegar al centro de la tierra, ¡¡¡convulsión!!!!!  Y un espasmo…. Es demasiado,  me tapo la cara con las manos sin poder evitar el gesto de esconderme para intentar que no me vea, que no vea el deseo y la disposición que tengo ante su cuerpo. Y me preguntan

-¿Que te pasa?

-Un sofoco, será el periodo-, invento… -no se, como lo tengo tan extraña últimamente- y hablo y hablo del periodo, se lo creen. Ya no me atrevo a mirarle, sigo con mi historia sobre la menstruación. ¡Menstruación! Bueno me ha salvado.  Cada vez que viene a nuestra mesa me taladra con la mirada… –bueno ya vale,  esto es absurdo. Se acabo-  Terminamos de comer y nos vamos mientras él sonríe y se despide de mi con su cuerpo alerta, siento su energía disponible  y sus manos abiertas para recogerme, y su pecho que se eleva como el mío. Y mientras me alejo siento su mirada en mi nuca y vuelvo a imaginarle erguido en el paisaje,  sin ir a ninguna parte…con su sonrisa dulce. Hoy  acampará allí, y esperara a que con la llegada del nuevo sol yo vuelva a refugiarme a la sombra de esos pequeños árboles… Él no va ni viene a ninguna parte, yo si…. Tendré que regresar. Regresar a la tierra de mi dulce Masai.

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