Cuando era pequeña hice un barquito con una cáscara de nuez,
un palillo y plastilina. Lo metí en la bañera para comprobar si flotaba. Y
flotaba. A veces se llenaba de agua y aun así flotaba. Era maravilloso ver como
aguantaba con todo el cascaron lleno de espuma y risas.
Cuando bajamos a la playa me lleve el barquito conmigo y sin
pensarlo demasiado lo metí en el mar, las olas lo arrastraron tan fuerte y tan rápido
que no pude volver a cogerlo. Sentí mucha pena y mucho miedo por mi pequeño
barquito de nuez. Podía verlo en la distancia, se movía mucho con movimientos bruscos
pero no se hundía. Poco a poco deje de verle y me puse tan triste que me eche
a llorar. Me sentía muy mal por haber
dejado una cosita tan pequeña a merced
de un mar tan grande. Lloraba por el miedo que debía sentir mi pequeño barco.
Por no haber sabido cuidarlo mejor. Mi
madre se acerco a mí. Me abrazo muy fuerte, tan fuerte como abraza una madre. Le
conté como me sentía y el miedo que me deba pensar en mi pequeño barco
zarandeado por el mar.
-No te preocupes quizá ser tan pequeño le ayude a llegar muy
lejos. No pondrá resistencia, se dejara llevar, pasara inadvertido, y poco a
poco llegara a otra playa.
-¡No podrá, el mar lo hundirá!
-Tal vez no. Tal vez solo se de la vuelta, y flotando suavemente
llegue a la otra orilla como una simple cáscara de nuez.
Los ojos de mi madre brillaban tan intensamente que supe que
así seria, que mi pequeño barco sabría
navegar y llegar muy lejos. No me importaba que al llegar a la costa no
pareciese un barco, me importaba que llegara.
-Las cosas pequeñas son fuertes porque nadie repara en ellas. El mar no le prestara atención
y el barquito llegara muy lejos.
-Seguramente sentirá miedo
-Seguramente. Pero eso no le impedirá seguir flotando
Mi madre volvió a la arena y yo permanecí toda la tarde
mirando al horizonte, imaginando donde estaría
esa pequeña cáscara de nuez que levaba mis pensamientos muy muy lejos.
Cuando tengo miedo, me acuerdo de él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario