martes, 26 de abril de 2011

Elisa y yo

Conozco a Elisa de toda la vida. Cuando digo “de toda la vida” quiero decir exacta y literalmente eso. Elisa y yo nacimos el mismo día, a la misma hora y en el mismo hospital. Parece una extraña y curiosa casualidad, pero ese tipo de casualidades se producen constantemente en nuestra vida, y la mayoría de las veces nos pasan  desapercibidas.  Elisa y yo no somos iguales… la misma edad, el mismo lugar de nacimiento, la misma forma de vida. Hemos estado juntas casi todo el tiempo. Pero aún nos falta el casi.

Elisa y yo vivíamos en el mismo barrio. Íbamos al mismo colegio. Yo tengo dos hermanos y ella también. Muchas cosas en común que nos han mantenido juntas durante una parte de nuestra vida. Yo perdí a mi madre hace mucho tiempo y ella también.  Momentos duros que compartimos. Elisa decía que eran momentos impertinentes. A mi me gusta esa palabra “impertinente” -Son  como tu nariz, me decía, como los acantilados del norte que tanto nos gustan. Momentos que arrasan, momentos que te dejan suspendida en el aire, momentos que abren puertas y cierran ventanas. Elisa describió aquel hecho con hermosas metáforas que yo escribí. -Nos hemos quedados solas,  ahora soy yo la conexión con mi origen.- Y yo la entendía. Ese momento vital  en el que nuestras madres se fueron fue el principio de nuestras vidas de adultas, de “personas mayores”, como Elisa decía. Cada una de nosotras se expresó como pudo...Yo escribiendo y ella en silencio. Siempre ha sido más introvertida que yo .Yo hablaba, ella permanecía en silencio.  Era una silueta delgada que se quedaba muy quieta mientras me escuchaba, y después se daba media vuelta y comenzaba andar. A mí siempre me desconcertaba,  tenía la sensación de que me dejaba con la palabra en la boca y se iba, pero en realidad no era así. Yo siempre tenía palabras en la boca y si Elisa no se hubiera marchado, muchas veces creo, que aún seguiríamos en los mismos lugares y habríamos avanzado mucho menos. -Puedo escucharte mientras andamos, puedes hablar mientras caminas- Entonces yo  me callaba y la seguía. Lo que tu dices ya sirve para las para las dos. Y eso es exactamente lo que voy a hacer ahora. Voy a contar lo que pasa, porque como dice Elisa, servirá para mí, para ella... Son las cosas de Elisa.

Hacía doce años que no la veía. Nos separamos sin apenas darnos cuenta. Ella encontró un amor y discretamente, sin ser consciente, se fue alejando de mí. Yo encontré un amor, y discretamente me fui alejando de ella. No nos hemos echado de menos, no nos hemos acordado la una de la otra durante estos doce años. Desapareció de mi vida y de mi memoria como si nunca hubiera estado allí. Es algo curioso como una parte importante de nosotros puede, en un instante, desaparecer y quedar en el olvido.  Ausente hasta hace diez meses. Hace diez meses Elisa me buscó. Me encontró tan fácilmente como se perdió entonces. “Soy yo y te necesito”….  Tan solo cinco palabras son suficientes para regresar…

Doce años separadas. Doce años en los que las dos hemos sido muy felices. Ahora Elisa perdió a su amor. Su amor se fue.

Noche de san Juan. Yo estaba nerviosa, según mi ginecóloga, un naturopata y un osteopata  estresada, muy estresada.  En mi vida pasaban  muchas cosas… todo excitante y complicado. Mucha actividad…  Suena el teléfono. “¿Sigues hablando mucho? Su voz era la misma, la de siempre. ¿Y yo, soy la misma, la de siempre? No.

1 comentario:

  1. ...me gusta esta historia que comienza como un cuento que suena a nostalgia...no de tí, ni de Elisa,sino de las pérdidas de cada uno que no deberían serlo...
    Gracias por empezar este blog, sé que lo voy -vamos, a disfrutar mucho...gracias por compartir emociones que se convierten en arte a través de las palabras...¡bien Isabel!¡bravo Elisa!

    ResponderEliminar