martes, 2 de febrero de 2016

ISABEL MOMENTOS DE LUCIDEZ COTIDIANA


El mundo Ikea es un mundo realmente fascinante, y no me refiero al hecho de poder encontrar muebles para amueblar 50 metros cuadrados con todo lujo de detalles, me refiero a algo mucho más complejo. Para llegar hasta donde se encuentra el objeto que buscas tienes que recorrer todo el camino. Un camino placido lleno de maravillosas distracciones, de miles de posibilidades, millones de nuevas ideas, soluciones a problemas que ya tienes, y a problemas que tal vez tengas algún día. Soluciones, opciones y descubrimientos. Y te recorres toda la tienda sin rechistar, como si de una pequeña fiesta se tratase, o con el fastidio de todo ese mundo agotador por delante hasta llegar a la balda que buscas. Si prestamos atención, veremos que hay atajos, son pequeñas señales que nos acortan el camino y nos llevan directamente a dónde queremos ir sin necesidad de todo ese recorrido. Las señales están ahí a la vista y sin embargo no las vemos. Casi nadie las utiliza. Poca gente ataja y va directo al grano, a lo que realmente quiere, la mayoría lo visiona todo para, muchas veces, no comprar nada. Hoy al entrar instintivamente me pare un instante ante la bolsa amarilla y el pequeño lápiz, y me asalto la duda. ¿Soy de los que atajan, o de los que se recorren todo el camino? Se lo que quiero ¿Voy a buscarlo entonces, sin distracción? ¿Me perderé alguna novedad interesante si no hago todo el recorrido? ¿Podré superar la curiosidad? ¿Y si al atajar me salto lo que busco? ¿Por qué atajar si no tengo prisa? ¿Para qué recorrerlo entero si no tengo interés en nada salvo en una cosa? Ante mi propio asombro he vuelto a bajar la escalera, salir a la calle, subirme a coche y volver a mi casa.
La vida me habla y lo hace a veces de maneras tan surrealistas que me noquea.
Mañana vuelvo.

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