domingo, 15 de diciembre de 2013

LA INMORTALIDAD


ISABEL


Hubo una vez un hombre lo suficientemente bueno, cuyo mayor deseo era ser un buen místico y alcanzar la Inmortalidad. Cada día de la semana se levantaba con ese propósito, cada mañana practicaba su mantra, fiel a él, pues le abriría la puerta a la Inmortalidad. Ese hombre tenía una hija de la que cuidaba tres días a la semana. Era amoroso con ella, pero hasta en su cuidado él la intención ponía en su propia evolución. La providencia hacía cinco años que ya le había abierto la puerta a su ansiada Inmortalidad, pero ese hombre no la veía aunque la llevaba cogidita de la mano tres días a la semana.

                                                                                         Dedicado a Mhama Rácho.

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